Una investigación recientemente publicada en el boletín Personality and Social Psychology señala que los hombres sucumben más que las mujeres a la infidelidad sexual. El motivo, según sus hallazgos, sería que ellos sienten un impulso sexual más intenso, que no es lo mismo que tengan menos autocontrol.
Para llegar a esa sutil diferenciación (que no es tan obvia como parece) los investigadores realizaron dos experimentos. El primero estuvo diseñado para determinar cómo habían reaccionado hombres y mujeres a las "tentaciones" sexuales en su pasado. El segundo experimento se concentró en evaluar, de manera separada y en un tiempo determinado, la relación entre los impulsos sexuales y el autocontrol.
Natasha Tidwell, una de las autoras del estudio, señaló que los hombres son más propensos a la infidelidad sexual porque sus impulsos son más fuertes que las mujeres. Sin embargo, cuando las personas practican el autocontrol en una situación determinada, la diferencia disminuye notablemente. Según los investigadores, el autocontrol, comparado con el impulso sexual, es una capacidad relativamente reciente en nuestra historia evolutiva, de manera que funciona de la misma forma en hombres y en mujeres.
En el primer experimento se le pidió a los participantes de ambos sexos que describieran cómo fue la atracción sexual que sintieron hacia una persona “no disponible”. Después respondieron una serie de preguntas diseñadas para medir la fuerza de su impulso sexual, la forma en que tratan de controlar dicho impulso conscientemente, y también lo que resulta de esa “negociación”.
“Cuando los hombres se referían a su comportamiento sexual del pasado, reportaban haber sentido un impulso más fuerte, en comparación con lo que reportaban las mujeres”, señaló Tidwell. Sin embargo, la fuerza de sus impulsos no puede predecir qué tanto autocontrol se puede tener sobre ellos.
En el segundo experimento se hizo un juego de selección de pareja. A los participantes se les mostró una serie de imágenes de individuos del sexo opuesto. Las imágenes estaba etiquetadas por computadora, de manera aleatoria, con letreritos que decían: “bueno para ti”, “malo para ti”. Los participantes debían aceptar o rechazar a las potenciales parejas basándose en la “sugerencia” de la computadora. En un grupo se les pidió que aceptaran a los que consideraban más deseables y rechazaran a los que consideraban no deseables. En otro, que fueran en contra de sus inclinaciones (rechazar a los deseables, aceptar a los no deseables).
Independientemente del grupo en el que se encontraran, muchos hombres experimentaron un mayor impulso a aceptar a quienes consideraban deseables. Sin embargo, el mismo experimento permitió evaluar el autocontrol que se tiene en otras situaciones, y ahí, tanto hombres como mujeres, quedaron prácticamente empatados.
Me parece que este estudio abre la reflexión en varios sentidos. Por un lado, me parece que aún en un ambiente de investigación controlado, las mujeres tienen ciertas reservas cuando se trata de hablar de su vida sexual. Pienso que desde hace cientos de años se nos ha infundido cierta idea culposa o "indecente" acerca de las mujeres que expresan sus deseos sexuales, y más tratándose de alguien "no disponible".
En segundo lugar, los impulsos sexuales no son una cualidad biológica aislada de la historia, como tampoco lo es el autocontrol. Muchos autores, entre ellos Michel Foucault, han mostrado cómo la “civilización” occidental y patriarcal ha domesticado y reprimido a las mujeres a partir de una serie de mecanismos ideológicos que datan de muchos siglos atrás. La religión, la política, la medicina y la economía han puesto de su parte para controlar o apagar los impulsos sexuales de la mujer y, por otra parte, han construido las condiciones sociales para que los hombres sean menos penalizados por sucumbir a las tentaciones sexuales.
(FUENTE: losandes.com.ar)
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