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lunes, 20 de marzo de 2023

La gran recesión del amor romántico: encontrar pareja se ha convertido en una tarea cada vez más difícil

Hace unos días, se publicó un estudio que proponía la poligamia como una solución para el colapso demográfico. Según el investigador de la Universidad de Oslo, Mads Larsen, los estudios muestran que "las mujeres -y los hombres- optan cada vez más por permanecer solteras antes que casarse con alguien a quien consideran de estatus insuficiente”.

Es más, "en repetidas encuestas, [se] descubrió que el 70% de las mujeres preferirían ser la segunda esposa de un multimillonario antes que la esposa exclusiva de un hombre normal". El estudio tiene muchos huecos y merecería un análisis detallado, pero el hecho que se viralizara es un síntoma claro de la confusión contemporánea en torno a esa cosa que llamamos "encontrar pareja".

Y, sin embargo, es algo sobre lo que sabemos cada vez más.

El amor es una cosa

Pese a la popular idea de que el amor es un producto netamente europeo, lo cierto es que eso es cada vez menos sostenible. En 1992, Jankowiak y Fisher investigaron 166 culturas históricas y encontraron que había referencias claras al amor en 147; esto es, en el  88,6% de los casos.

Por otro lado, analizaron las prácticas de emparejamiento de distintas culturas actuales y concluyeron que el amor romántico era  claramente detectable en 78 de los 79 grupos analizados. No está claro si 'love is in the air', pero sí que está en todas partes: en todas las culturas.

Desde entonces, no hemos dejado de tener cada vez más evidencias (Stewart-Williams y Thomas, 2013) que sugieren que el amor es la forma que tienen los seres humanos de emparejarse.

Una cosa muy compleja y dinámica

Eso no quiere decir que sea algo sencillo. Al contrario, el amor (construido sobre un sinfín de impulsos emocionales, intuiciones morales y sentimiento sociales) tiene muchísimas facetas, recovecos y factores. La cultura es precisamente el resultado de nuestros esfuerzos por adaptar todo esos engranajes psicofisiológicos y conductuales al contexto en el que nos movemos.

Frente a una "psicología popular evolucionista" que una lleva años 'divulgando' la idea de que las hembras (por el hecho de invertir más en el embarazo y crianza de los hijos) priorizan el estatus socioeconómico de sus parejas y los machos (por el hehco de invertir mucho menos) priorizan la deseabilidad sexual; la última ciencia del emparejamiento muestra que el proceso es mucho más complejo y dinámico.

Nos adaptamos continuamente al medio y, aún en el caso de que esos principios antropológicos estén de fondo, la conducta social de las personas puede ser exactamente la contraria. Más ahora que (gracias a los métodos anticonceptivos) ese "riesgo" de las hembras se ha reducido radicalmente. Amamos de muchas formas. De cada vez más formas. O, mejor dicho, amamos con énfasis cada vez más irreconciliables.

Por eso, como nos recordaba Giddens en su clásico "Las transformaciones de la intimidad", mientras el amor romántico enfatizaba las características "sublimes" del amor o el amor tribal enfatizaba las características "deónticas", el amor actual ('confluyente', lo llama) pone los elementos eróticos en el centro de la relación. Ninguno de estos 'amores' anula el resto de características, pero sí las modula para adaptarlas a la realidad socioeconómica del momento.

¿Sexo? No, gracias

Socioeconómica y sociotecnológica, de hecho. Porque fue la "revolución sexual" la que con el advenimiento de la independencia financiera de la mujer, la aparición de los anticonceptivos y la rapidísima secularización de la sociedad, la que introdujo una serie de cambios en la 'imagen cultural' que las sociedades contemporáneas tienen sobre el amor que permitió, sin ir más lejos, dar un espacio a las relaciones homosexuales que, hasta el momento, no tenían.

Encontrar pareja dejó de ir de "buscar alguien que nos completara" y, siempre según Giddens, pasó a convertirse en construir un espacio donde priman "la intimidad, la cercanía y la emoción". El problema es que, esto que suena tan bien en la teoría, tiene consecuencias en la práctica.

La más evidente, como señalaba Kate Julian, es que, pese a vivir en las sociedades más tolerantes con el sexo de la historia del Humanidad, los jóvenes viven en medio de una fuerte  recesión sexual. Los jóvenes tienen menos sexo y a edades más tardías que las  generaciones anteriores.

Entre 1991 y 2017, el porcentaje de estudiantes norteamericanos que habían tenido relaciones sexuales disminuyó del  54% al 40%. En Países Bajos, la edad media de la primera relación  sexual aumentó de los 17,1 años en 2012 a los 18,6 años en 2017. En España también vemos un fenómeno parecido: aunque entre 2000 y 2010, la edad bajó casi dos años, en la última década la tendencia se ha invertido.

Pero, en realidad, la "recesión sexual" de la que habla Kate Julian va más allá del sexo y esconde una disminución del contacto físico en general. En Países Bajos, por ejemplo, los investigadores están muy intrigados por el rechazo que los jóvenes parecen haber desarrollado a cosas como los besos; y es un fenómeno que vemos replicarse en muchos lugares del mundo. En cierta forma es como si las formas en que nos relacionábamos, las cosas que estimábamos, las cosas que nos ayudaban a orientarnos en el mundo social estén perdiendo validez.

El reto de aprender a encontrarnos

Y de ellas se deriva la "gran confusión" sobre la que hablaba antes. Primero, porque no todas las "ideas sobre el amor" se popularizan a vez por todas las capas de la población y menos aún en unas sociedades tan 'abiertas' y diversas como las actuales. Es decir, a menudo cuando varias personas "salen al mercado" buscan cosas distintas.

En segundo lugar, porque los cambios que han supuesto las tecnologías de la información requieren toda una revolución en la cultura de la cita, el cortejo y el emparejamiento. No sólo estamos aprendiendo lo que queremos, sino qué señales son las fiables y qué estrategias podemos seguir para conseguirlo.

A todo esto hay que sumar un pequeño detalle que normalmente se nos pasa por alto: somos mucho más. No porque haya más gente en edad de emparejarse (que demográficamente en los países occidentales, no es el caso), sino porque precisamente esas tecnologías han hecho añicos muchas de las estratificaciones sociales que limitaban y orientaban el proceso de encontrar pareja.

Lo que antes se jugaba en un puñado de entornos sociales (o en un golpe de suerte), se ha convertido en una accesibilidad casi infinita a personas de toda índole, procedencia y  estrato social. Las opciones son muchas más: pero los códigos, los círculos y los sueños personales también lo son. Nuestra capacidad para entendernos cuando nos encontramos se reduce.

Por eso, el gran reto de la sociedad (y lo que están estudiando antropológos, psicólogos y sociologos en tiempo real) es cómo diseñamos nuevas estrategias para que, como decía Platón hace ya más de 2500 años, cuando encontremos a nuestra otra mitad "la abracemos y nos unamos, con un ardor tal, que abrazadas [...] no queramos hacer nada la una sin la otra".

(FUENTE: xataka.com)

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domingo, 19 de marzo de 2023

La infidelidad: ¿qué produce en nuestro cerebro?

La infidelidad duele y la sospecha también. Pero, ¿cuál es su impacto real sobre el cerebro? ¿Qué partes se activan o sobreactivan y qué tienen que ver con cómo nos sentimos? ¡Te lo contamos!

Las traiciones pueden tener un precio muy alto, tanto en lo interpersonal como en lo individual. Así, una infidelidad tiene la propiedad de reforzar las dudas y aumentar la sensación de incertidumbre. Es ese incendio que puede terminar consumiendo todo aquello por lo que una persona ha luchado, como el aire que derriba a un castillo de naipes.

La infidelidad es una traición a la confianza depositada, que tiene el potencial de desencadenar emociones muy intensas y aversivas. Entre ellas encontramos la frustración, la ira resentida, la angustia o la tristeza. Por otro lado, hoy queremos posar la mirada en una emoción muy vinculada con la infidelidad: los celos.

Los celos como emoción

Una emoción es una forma de responder a uno o varios estímulos del ambiente. En concreto, una emoción tiene tres componentes:

El componente conductual: es el comportamiento que se produce de una manera reactiva o como consecuencia de la emoción.

El componente neurovegetativo alude a cómo nuestro organismo moviliza y reúne los recursos energéticos para hacer frente al estímulo. Tiene su base en el sistema nervioso autónomo (SNA), el sistema nervioso autónomo.

Por último, el componente hormonal actúa ayudando al sistema neurovegetativo gracias a la liberación de sustancias que facilitan una respuesta emocional. Tal es el caso de las hormonas segregadas a nivel suprarrenal, que se segregan para que nuestros músculos suficiente alimento.

Los celos son una emoción con una profunda base social. Se definen como ‘el hecho de ser suspicaces, de desconfiar y de recelar sobre el otro’, porque este puede cambiar el afecto que siente por nosotros a otra persona. Es decir, la emoción de celos es una anticipación de una pérdida. Los celos nos alarman sobre el preludio de un duelo en potencia, de una pérdida.

Reaccionar con celos ante una infidelidad, además de ser normal, es angustiante. Además, el perfil de respuesta varía en función de si se es hombre o mujer. ¿Por qué? La respuesta podemos encontrarla en la evolución. Desde el marco de la evolución, esta emoción se vincula con las consecuencias reproductivas.

¿Cómo afecta la infidelidad a tu cerebro?

Si eres mujer, es probable que estés más sensibilizada con el escenario de la infidelidad emocional. En el polo contrario, si eres hombre, es probable que des más importancia a la infidelidad de tipo sexual.

«La infidelidad es una situación concreta y real que representa el más alto nivel de intimidación a una relación de pareja que se puede experimentar».

-Ana María Fernández Tapia-

Ante la conducta infiel, suelen activarse aquellas zonas relacionadas con las emociones negativas y con la cognición social (Takahashi, 2006). Entre ellas tenemos:

La amígdala. Esta es una estructura clave en la respuesta emocional. Actúa como un «director de orquesta». Entre sus funciones se encuentra la regulación de los impulsos y la expresión de las emociones. Se activa intensamente ante el miedo.

La ínsula. Se activa cuando algo nos desagrada y cuando sentimos asco. Cuando la infelidad duele y sentimos celos, se activa esta región. También se activa ante el dolor físico. Es la responsable de procesar la parte emocional del dolor.

El surco temporal superior. Los celos que sentimos se producen como consecuencia de la traición percibida. Así, el surco temporal superior se activa cada vez que evaluamos la confianza y la intencionalidad de alguien.

Además, tanto en hombres como en mujeres se activa de manera intensa la corteza visual. Esto ocurre porque imaginamos activamente a nuestra pareja siendo infiel, «es como si lo viésemos con nuestros propios ojos». Por otro lado, la amígdala se activa de manera más intensa ante los celos de los varones si la infidelidad ha sido sexual. Por el polo contrario, ante las infidelidades emocionales se activa más la ínsula, el hipocampo y el hipotálamo (Takahashi, 2017).

Como podemos observar, algunas áreas se activan de manera diferencial según el sexo. Esto tiene su origen en el valor para la reproducción que le concede cada sexo a la infidelidad.

(FUENTE: lamenteesmaravillosa.com)

Recetario de brujería sexual

Becaria escribe sobre talismanes para la potencia sexual de las mujeres, hechizos con excrementos y cadáveres, té con sangre mensual y, ¿Tomatitos del amor?

Hay una religión más antigua que el cristianismo, y es la de la magia y la hechicería. Si bien en cada esquina existe una iglesia, la ficción de Dios y todos sus satélites que ya no lo petan tanto, existen otras modas espirituales que están dejando de lado los crucifijos. Es el magufismo lo que baila en su máximo apogeo, abarcando muchos más tipos de objetos y muñecos: inciensos, velas, piedras mágicas y monigotes de vudú por todas partes con miles de tiendas esotéricas facilitando su abastecimiento. Sin olvidar que el cristianismo surgió como una ramificación más de la magia, con el tal Jesús de las estampitas levantando muertos y curando a los enfermos con un toque de dedo, que no deja de tener su parte de esoterismo y erotismo.

Sacrificar pollos, crucificar sapos bocabajo o sorber de un cáliz la sangre de una cabra son algunas de las costumbres medievales de la magia negra, y que en la actualidad hay personas que siguen practicando. Con cierta asiduidad, se publican en prensa noticias de apariciones de cabras decapitadas, pollos sin cabeza y otros animales muertos en playas y descampados, fruto de posibles rituales mágicos. Cada bruja y cada hechicero tiene su grimorio, más negro o más blanco, y no hay nada más interesante que dejar en caer en las manos un recetario de brujería sexual; todo anormal.

Talismanes para la potencia sexual de las mujeres

Cuando la libido se cierre como la puerta de un coche negro blindado, dice el "Recetario de la bruja moderna" (1971) de Sarah Lyddon, que la mujer con el deseo sexual pocho debe buscar a un hombre cazador que le consiga una pata de liebre si mata una. Hechizo no apto para personas de moral actualizada ni veganos. Para que funcione, la pata de liebre debe colgarse en una cadena y llevarla en la cintura en contacto con la piel. Porque leer literatura erótica y comprar algún juguete sexual y lubricantes para despertar la libido, quizás suene en la época contemporánea más descabellado que colgarse la pata de un bicho asesinado ex profeso.

Hechizos y filtros con excrementos y cadáveres

Antiguamente, las brujas y hechiceros hacían como algunos restaurantes que mezclan todas las sobras en sus platos para no desperdiciar nada. Del mismo modo, se dice que estos personajes medievales utilizaban trozos de cadáveres humanos y otros fluidos corporales para sus hechizos. Se consideraban ingredientes poderosos la carne y la sangre humana, sobre todo si pertenecían a alguien que hubiese tenido una muerte violenta. Según el susodicho manual, "un filtro amoroso inglés que data del siglo XV se hacía combinando elementos como el dedo índice de la mano izquierda de un ahorcado, cortado y mezclado con ajenjo. Las poderosas vibraciones de este agradable bocado se supone que aseguran potencia, y que prologan las dulces agonías del amor". Fin de la cita.

Té con sangre menstrual

Sin fines aparentemente eróticos, un brujo y alquimista del siglo XVII recomendaba hacer el té añadiendo gotas de sangre menstrual de una mujer virgen. Cuenta la leyenda que, bebiendo este brebaje en la cena, servía de protección —léase con cara de vómito—. El hechicero sabría para qué.

Hierbajos para la frigidez femenina

La superstición sugiere que, para revertir la frigidez femenina, se lleve colgada del cuello una bolsa de satén blanco con hierba verbena en su interior, a la que se le atribuye un incremento del deseo sexual por el simple contacto con el cuerpo. Si conoces a alguien con un bote de esta hierba en casa, huye.

Tomatitos del amor

Se cuenta que los míticos tomates cherry, también llamados "manzanas del amor", son potentes "estimuladores amorosos" consumidos a pelo, sin mezclas extrañas con hierbas, vísceras, trozos de cadáver ni fluidos corporales. Actualmente, se sigue creyendo que el tomate influye positivamente en el deseo sexual del hombre porque contiene betacaroteno, que el organismo transforma en vitamina A, vitamina que juega un papel importante en la producción de testosterona. A modo de spoiler final, decir que sobran las ensaladas y faltan vergas dignas empinadas.

(FUENTE: flooxernow.com)

¿Qué buscan los solteros modernos en las relaciones? Un estudio revela todo


Los solteros modernos piensan de manera muy diferente a la de los sorteos del pasado, no quieren lo mismo, no perciben la relaciones de la misma manera y tienen distintos métodos disponibles cuando quieren buscar una pareja, pero, al final todos quieren lo mismo, conseguir una buena relación., que sea estable, duradera y más que satisfactoria. 

El problema es que a veces es difícil saber qué buscar o qué es lo que se quiere realmente, así que el proceso de encontrar pareja puede ser un poco complicado (en especial porque hay muchas posibilidades de toparse con la equivocada y terminan renunciando a la relación). 

De acuerdo con la psicología, las parejas más exitosas son las que tienen elementos como el respeto, la confianza, una buena comunicación, honestidad y más, pro nunca vas a llegar a ese punto si no empiezas a buscar y si no te enfocas en los puntos más importantes. 

Un buen punto para empezar es entender qué es lo que las personas realmente buscan cuando quieren una relación, y para eso ya hay un estudio que hizo todo el trabajo y puede ser de gran ayuda. 

Los solteros modernos y qué buscan en las relaciones, según un estudio 

De acuerdo con Psychology Today, Match realiza un estudio anual llamado Singles in America, y en esta ocasión analizó a más de 5,000 solteros con el fin de determinar qué es lo que buscan y qué es lo que quieren en sus relaciones y de una potencial pareja. 

De acuerdo con el estudio, a raíz de la pandemia y de la falta de contacto y socialización que se dio, los solteros ahora buscan relaciones con personas que estén abiertos a la posibilidad del matrimonio, esto aumentó de un 58% a un 76%. Se pensaba que esto podría bajar con el tiempo, pero, a finales del 2022, esto se mantuvo en un 74%.

No solo se refiere a matrimonio en el sentido tradicional, sino a que lo que se busca son relaciones estables y que puedan ser largas y duraderas, con las que se pueda formar una familia (no necesariamente con hijos).

La encuesta también encontró que un 86% de los solteros buscan sentir atracción física hacia la otra persona, mientras que las cualidades como tener una madurez emocional y ser una persona confiable son de las más deseadas, y se considera que son más relevantes que el tener una apariencia atractiva.

En cuanto al sexo, la encuesta reveló que solo el 31% de los solteros aceptarían tener sexo en la primera cita, que es un porcentaje que se ha mantenido estable durante varios años, y parte de que muchas personas prefieren conocerse un poco más antes de tener un encuentro sexual. 36% de los solteros revelaron que prefieren esperar un poco antes de pasar a eso.

En cuanto a las citas on line, Match encontró que muchas parejas se conocen por alguna app o sitio de citas, pero que la gran mayoría de ellos prefiere pasar a conocerse en el mundo real tan rápido como sea posible, con un 84% buscando esto, ya que piensan que, mientras más se alargue la “relación” o las conversaciones en línea, menos posibilidades hay de que se conozcan realmente y de que las cosas avancen.

El punto más importante del estudio es que, incluso cuando las relaciones pueden tener muchas formas, los solteros modernos están interesados en conseguir conexiones profundas, según explica Psychology Today, y duraderas, en especial después de haber pasado por un periodo de pandemia en el que hubo muy poco contacto y millones de personas experimentaron soledad y aislamiento. 

Por otro lado, Match dice que esto es solo una guía, ya que hay muchas personas que dicen querer una cosa, pero no están cerradas a otras posibilidades que puedan funcionar. 

(FUENTE: gq.com)

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